domingo, marzo 11, 2007

En 1615, el corsario holandés George Spilbergen -también llamado Spilberg, depende de las crónicas- salió de un puerto de su patria, que los historiadores discuten entre Temeuzen y Den Helder. Estos astilleros tenían un gran renombre para los piratas europeos que, en connivencia con sus gobiernos, llevaban el terror a las colonias españolas en Latinoamérica. Con apoyo francés llegó a las islas Antillas con una flota de seis naves, una escuadra considerable para la época, y consiguió doblar el Cabo de Hornos, burlando la vigilancia de los Imperios español y portugués y alcanzando, así, las costas del Pacífico.
Tras atacar Valparaíso se dirigió a Lima, donde el virrey español había conseguido reunir una fuerza naval capaz de hacer frente al pirata. Durante todo un día las dos escuadras sostuvieron un duro enfrentamiento . Los filibusteros intentaban abordar las naves españolas, que repelían los ataques con toda la potencia de sus cañones. Durante todo un día crujieron las bordas, se desplomaron mástiles. Los pájaros del mar engordaban cebados por decenas de cadáveres hechos carnaza por balas de cañón y arcabuz.
Cuando llegó la noche, Spilbergen consiguió, con una argucia, que las naves españolas confundieran sus dianas y se cañoneasen entre sí. Cuando amaneció de nuevo, los limeños vieron desde la costa cómo los piratas recogían a los náufragos y seguían camino hacia el Norte.
El acontecimiento causó conmoción. En la flota servían jóvenes de las principales familias virreynales, que tendrían ahora que pagar un elevado rescate a los corsarios. Además, toda la costa pacífica, desde Chile a Panamá, quedaba ahora a merced de la rapiña de Spilbergen.
Días más tarde del enfrentamiento, la flota pirata llegó a Paita, en el norte de Perú. El pueblo, donde años más tarde sería exiliada Manuelita Sáenz, había sido ya atacado por los corsarios Thomas Cavendish y el sanguinario Francis Drake, y mucho tiempo después lo sería por Hawkins y el legendario Morgan. Viendo la difícil geografía de la zona,Spilbergen se acercó a la bahía de Colán para lanzar un desembarco. Quien tuvo cómo huir, huyó. Con una excepción: Paula Piraldo, - también conocida por Paula de Herrera- encomendera de la zona, llamó a su lado a los humildes y a los indios. Con ellos se dirigió al único fuerte, abandonado por sus defensores, cargó su único cañón y lo disparó contra los piratas.
Spilbergen, ante el inesperado ataque, creyó encontrarse ante una importante resistencia y, temiendo por sus barcos dañados en Lima, decidió regresar a su país.
Así fue como una mujer y un cañón vencieron a uno de los más terribles corsarios del Pacífico.
"Lo que no puede un virrey, lo puede una mujer", dicen todavía en Paita quienes tienen memoria.

1 comentario:

Alba dijo...

Cierto, quedó lindo el relato. Cuando uno lee de sucesos como éste, en el que un cañón y una mujer (¿hacía falta algo más, en realidad?) son capaces de alejar a una flota corsaria, se pregunta por qué algunos se obstinan en ignorar a esa guionista borgiano que determina destinos y se llama casualidad... ¡Gracias por el relato, Capitán!

pd: como ves, profusión en comentarios, lo mismo que por teléfono, que en persona... ;)