En la sabana vivían los muiscas. Allí nacían, cazaban y se amaban, allí trabajaban la tierra, morían y regresaban al lugar donde el maíz y el hombre aguardan para nacer de nuevo.
Dos tiranos tenían sometidos a los muiscas: la hermosa y voluble Huitaca y el terrible Chibchacum, dios de los agricultores. Cuando tenían enojos con los hombres, desataban jaurías de agua enloquecida que inundaban la sabana y causaban gran sufrimiento.
En esos días, del cielo llegó Bochica. Vestía túnica, tenía barba en el rostro y en la mano llevaba un lindo bastón de oro. Después de escuchar a los muiscas les enseñó a tejer, porque lloraban de frío; luego tomó su bastón y salió corriendo.
Cuando alcanzó el lugar donde comienza la sabana, alzó el bastón y golpeó una piedra. Entonces se abrió un gran barranco. Golpeó otra piedra y apareció una hondonada, como un surco que cruzase el mundo, y que llega más allá de la tierra de los grandes árboles. Luego, con su bastón brillante pastoreó las nubes y las lluvias y los ríos y los encaminó todos a este enorme surco, que hoy llamamos Salto de Tequendama.
Cuando Bochica hubo convertido al agua en aliada de los hombres, decidió castigar a los tiranos. Convirtió a Huitaca en lechuza, y a Chibchacum le ordenó sostener el mundo. Cuando está cansado se lo cambia de hombro, y entonces tiembla la tierra.
Pero nadie les guarda rencor. Hoy los muiscas bailan para que el mundo vibre y su ritmo alegre a Chibchacum, y celebran la noche para que Huitaca se sienta acompañada en el tiempo que comparten.
Tradición del pueblo muisca, Colombia.
2 comentarios:
Castigo de sostener el mundo... Atlas. Linda historia, Capitán.
Quizás por eso, porque no hay rencor, uno se sienta amparado ante la mirada -tan abierta, tan sincera- de la curuxa.
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