Lord Evan Knightwood miró el fuego, agitó su copa y bebió. Después alzó la cabeza y continuó su historia.
- La noche me encontró en el camino, cruzando lo más intrincado del bosque. Mi caballo tropezaba con raíces y ramas, y entonces escuché los lobos. Primero un aullido lejano, luego llamadas y respuestas entre los árboles que íbamos dejando atrás. Mi montura también los había escuchado, piafaba y movía nervioso las patas y las orejas. En un momento, dejé de oir los aullidos y supe que me estaban mirando. El caballo, aterrorizado, se encabritó, me derribó de la silla y huyó al galope.
- Siga, por favor, no se detenga.
- Me levanté, tomé mi bastón y seguí caminando sin mirar atrás. Cuando caes, los lobos no tienen piedad. Esta vez habían decidido seguir a mi caballo, que debió escapar porque al rato sentí de nuevo sus ojos en los huesos. Si volvía a caer, no me perdonarían.
Seguí la senda, caminando entre la esperanza y el terror, sin detenerme para no darles opción a rodearme. Entonces, una bifurcación. Todo el bosque estaba oscuro, quedaba una hora para que apareciese la luna y tenía ante mí dos caminos.
- ¿Y qué hizo, Lord Knightwood?
- Tomé los dos.
5 comentarios:
Gracies, capitán, jeje. Habrá que seguir dando-y a la tinta que paezme ye la única manera de superar lo viví, nun crees? Un abrazu.Viti.
"Quizás no estés de acuerdo
pero ayer fue el día de contar historias:
tú me hablaste de rebeldía envuelta en nieve y estampada
contra la publicidad mentirosa de este marzo,
de cómo estaban las calles de Santiago..."
Gracias por el recordatorio. ;)
Otra cosa, gracies por el ejemplar de la Revista y por públicame, por ciertu que'l relatu parezme muy muy buenu. Animo. Abrazu.Viti.
Bueno, niño de las dos sendas, ya estoy en casita. Me salvaste la tarde de ayer releyendo historias. Aunque sea para dejarte en un aeropuerto, a ver si hay suerte;) Hablamos. Besín!
Usted, capitán, anda vagueando bastante...
Y por aquí, tal y cómo soplan los vientos, necesitamos más historias.
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