sábado, febrero 10, 2007



"Tú has escandalizado a media humanidad, pero sólo por tu temperamento admirable. Tu alma es entonces la que derrota los prejuicios y las costumbres de lo absurdo."
Es parte de una de las cartas que Bolívar escribió a Manuelita Sáenz. Esta mujer extraordinaria nacida en Quito, Ecuador, en 1797, se casó joven y obligada con un rico médico inglés. Poco dada a la hipocresía, no tuvo reparo en romper con la moral de la sociedad criolla cuando, en 1822, conoció a Simón Bolívar.
En ese año, Manuelita inició dos luchas por la independencia: una, la de Hispanoamérica, uniéndose al ejército revolucionario; dos, la de su persona, dejando a su marido y convirtiéndose en amante de Bolívar.
Su valor no se detuvo en avituallar a las tropas y ser compañera de alcoba del Libertador. Tomó caballo y espada para combatir en la batalla de Junín contra las armas coloniales, y cuando tres generales traidores planearon matar a Bolívar, Manuelita se encaró al grupo de asesinos salvando la vida del hombre que amaba. Llegó a ser nombrada General del Ejército Libertador y se le concedió la Orden del Sol. Pero la libertad, todavía, era cosa de patrias y patriarcas.

Cuando las naciones hispanoamericanas se liberaron del dominio colonial, arrinconaron y persiguieron a Bolívar. La afirmación de que la independencia de los jóvenes países no debía convertirse en una emboscada contra sus hijos más pobres le granjeó la enemistad de las élites. Varias Repúblicas lo expulsaron de su territorio; Manuelita fue exiliada por la nueva dictadura ecuatoriana a Paita, en el norte de Perú.

Paita significa, en lengua tallán, "lugar solo en el desierto". El nombre se aproxima a la imagen. Pese a todo, Manuelita logró, con poco más que sus dotes de cocinera y su encanto, convertir el pueblo en paso obligado para los balleneros. Hasta tal punto siguió creciendo su fama que el escritor Herman Melville y Garibaldi, capitán de la unificación italiana, la visitaron en aquel rincón apartado de todo.

Manuelita murió por una epidemia en 1856, 26 años después de su amado. Cuentan en Paita que Bolívar vino a buscarla, galopando un caballo de sombra, desde el mausoleo en el que quedara su pequeño cadáver de capitán valiente. En la casa donde vivió su exilio todavía se siente su presencia y se respira su encanto, extraño perfume de libertad.

3 comentarios:

Alba dijo...

Genial ver escrita la historia que me contaste ayer. Y lo cierto es que estupendo eso de combinar las fábulas contadas de viva voz con lo escrito. Me gustó la historia de esta mujer (las frases, vous savez, que le dedicó Bolívar). Lástima de libros de texto hablando página y media sobre todas las independencias sudamericanas... Gracias por la historia, Capitán;)

Anónimo dijo...

Dios... ha pasado demasiado tiempo... Trato de recordar y apenas llega retazos... Pero sí recuerdo caminar por una carretera, creo, para llegar, y un patio interior donde me invitaron a un café realmente delicioso... Lo que no recuerdo es el acento de la chica que me lo explicó, ni tampoco el apodo con que se conocía a esta mujer... Aunque sí la noche de tejados y guitarras que siguió a esa visita, y que hacía calor por variar, y el resto se confunde...

Jenny jirones dijo...

Una suerte que ese talento tuyo para contar historias se emplee en mantener vivas a personas como ella.